miércoles, 23 de mayo de 2012

LA ETERNIDAD DEL MIEDO

Si tenemos que hablar sobre el miedo es, a mi entender, totalmente innecesario limitarlo a un tiempo determinado ya que este sentimiento humano ha sido, es y será uno de los grandes motores que ha movido al hombre desde siempre. Sentir miedo es tan consustancial a nosotros mismos como pude serlo la necesidad de comer o la de dormir. El ser humano ama y odia aquello que le produce temor; lo rechaza pero al mismo tiempo lo busca desde siempre. ¿A quién no le gusta una buena historia de fantasmas en una noche de tormenta? ¿Quién no siente curiosidad hacia vampiros, hombres lobos y demás monstruos? ¿Quién no tiene escalofríos cuando, de repente, se apaga la luz? Y es que el miedo es algo ancestral que nació con el hombre y que, posiblemente, sólo morirá con él.

LA NOCHE ME CONFUNDE

Unos de los grandes miedos atávicos del hombre ha sido desde siempre la oscuridad; este temor es algo innato e irracional y nos acompaña desde la cuna. Por esa razón llenamos la noche de monstruos, fantasmas, brujas y todo tipo de leyendas a cada cual más inquietante. Y es que la noche es el momento donde tienen cabida todos los espantos que, a la luz del día, pierden mucho de su embrujo. En la “hora de las brujas” se abren las puertas del inframundo y afloran a la superficie el alma de los difuntos y es el momento propicio para aquelarres y pactos con el demonio. Porque la noche y la muerte parecen darse la mano desde la más remota antigüedad. Ya en la mitología griega existían los gemelos Hipnos (el sueño) y Tánatos (la muerte pacifica) que eran hijos de Nix (la noche) y Erebo (la oscuridad). Según Homero y Hesíodo, Hipnos anulaba a los hombres cada noche en un intento de imitar a su hermano Tánatos y discutía con éste que almas habrían de llevarse cada uno de ellos.

martes, 22 de mayo de 2012

LOS MONSTRUOS COMO DIVERSIÓN Y PROPAGANDA

Dice Dra. Gloria Franco Rubio que la presencia en la mentalidad moderna de monstruos y prodigios responde por un lado a una necesidad pedagógica y por el otro al afán de entretener al público. De este modo, cada nuevo monstruo que es dibujado va acompañado de su propia leyenda explicativa de la cual se desprende una enseñanza moral que nos permite entender su origen y explicación.

SERES MITOLÓGICOS, MONSTRUOS, PRODIGIOS Y BRUJAS

Durante la Edad Media, en Europa se había desarrollado una cultura teratológica de tal magnitud que los monstruos llegaron a formar parte de la vida cotidiana de sus habitantes. Estos eran el resultado de la amalgama de una serie de tradiciones entre las que se encontraban la grecolatina, la germana, la musulmana o la judía. Pero también la Iglesia católica va a aportar su granito de arena sentando las bases de un nuevo sistema organizado a partir de un corpus teórico basado en los principios de la filosofía y teología escolástica, que sería ampliamente difundido tanto por los sacerdotes como por la iconografía reli­giosa. De este modo, durante la Edad Moderna, se va a continuar con toda una campaña de divulgación popular sobre seres monstruosos y deformes que tratan de prevenir al buen cristiano de los horrores del infierno y de las malas artes del maligno. De este modo eran reconocidos como monstruos no solo los seres deformes y “anormales” físicamente y/o psicológicamente, sino también aquellos que no se ajustaban a las buenas costumbres y creencias católicas, como judíos, brujas, gente de conducta desordenada o taras físicas, etc., a los que se les atribuía poderes sobrenaturales que sólo podían emanar del propio Maligno y que suponían una seria amenaza para el hombre y para el orden establecido. En resumidas cuentas, todo aquello que era considerado hermoso era obra de Dios y, por tanto, había de ser bello. Por el contrario, la fealdad no podía por menos que ser obra del enemigo de Éste, es decir, por el demonio.

LOS ENIGMAS DE LA NATURALEZA

La Naturaleza siempre ha sido algo que ha intrigado al hombre, que ha tratado de entenderla y dominarla desde que tomó conciencia de sí mismo. Sin embargo, esta siempre ha tenido dos caras: una amable y beneficiosa, en el sentido de que abastece al hombre de todo aquello que pueda necesitar y que se rige por el Orden Divino y, por tanto, sujeto a unas leyes naturales dictadas por Éste. Pero también tiene otra cara terrible y vengativa que se rebela contra sus propias criaturas tratando de exterminarlas.
Por ello, los fenómenos naturales podían llegar a ser tanto o más temidos que aquellos seres mágicos y mitológicos que se encontraban dentro del acerbo cultural moderno. De este modo, todo aquello que se encontraba más allá de lo que sus mentes podían asimilar como “común”, incluso sabiéndose obra de la misma Naturaleza, causaba siempre un autentico temor por lo que de incontrolable e inexplicable tenía.

LA ALTERIDAD O EL MIEDO A LA DIFERENCIA.

En el proceso de gestación del estado moderno los monarcas necesitan crear un poder fuerte y centralizado. Éste se va a articular sobre tres puntos: un rey, una ley, y una fé. En este contexto de homogeneización política, jurídica, social y religiosa se inscribe la alteridad, concepto ideológico que sirve para expresar a los otros: individuos que se distingue del resto por razones étnicas, religiosas, ideológicas, lingüísticas, nacionalistas o de rechazo al sistema establecido. El Estado exige la unidad como base de su fuerza, por ello intenta asimilar esas minorías distintas que amenazan su orden; sin embargo, no obtendrá siempre los resultados deseados, bien por la ausencia de voluntad integradora en alguna de las partes, bien porque su asimilación significa una alteración del sistema social o un problema de orden público, quedando como única alternativa la pura represión o la expulsión.

lunes, 21 de mayo de 2012

LO INMATERIAL Y EL MUNDO DE LOS ESPÍRITUS.

LA MUERTE: ¿HA PASADO O TODAVÍA NO?

Para la mayoría de la gente en la Edad Moderna, la muerte no significaba el fin de la conciencia. Ellos creían que los muertos pasaban un tiempo en un sitio entre la vida y la muerte (tenían una sustancia de dos partes: corporal y espiritual). Esto pasaba especialmente con los que murieron de manera inquietante (como los asesinados, los ahogados, o las víctimas de accidentes raros). La gente pensaba que estos espíritus se quedaban en el mundo (aunque en una forma “pseudofísica”) para terminar una acción impendida. Debido a la existencia de esta creencia, la Inquisición solía exhumar cadáveres para llevarles a juicio. Ahora parece gracioso, pero en estos siglo era lógico traer el acusado al estrado...no importa si estaba muerto o vivo.